Plaza de Agustín Martínez Soler
La más antigua de las tres que componen el Conjunto Histórico y, por tanto, la que presenta un aspecto más rural, a pesar de la remodelación que sufrió en 1973, fecha en la que se instalan sus jardines. Se dota a la plaza de soportales para acoger el mercado semanal concedido en 1375 y que se convirtió en señal de identidad de la villa gracias a sus ventajas en los impuestos que implicaba esa concesión.
A finales del siglo XIX, se procede a la demolición de una manzana de cuatro casas ubicadas en el centro dando lugar al actual aspecto cuadrado. El edificio más destacado es la Iglesia de San Miguel. Su exterior tiene cierto interés por ser lo único que quedó tras el devastador incendio que sufrió el edificio en 1971. El templo está realizado en piedra granítica de sillería, a excepción de la torre de ladrillo visto. La catástrofe destruyó el soberbio retablo mayor del presbiterio, realizado por Esteban Rueda y Sebastián Ducete y calificado como obra magistral de la escultura del siglo XVII.
Entre las casas, destaca una fechada en 1718. Curiosamente es la única que no está porticada y sólo presenta un voladizo en el que se dejan ver las vigas de madera que lo sustentan. De 1654 es la fuente de los Cuatro Caños, situada en el centro de la plaza, tiene forma ochavada y está realizada en piedra de Cardeñosa. Siempre fue un punto de reunión, ya que era uno de los pocos lugares donde los peñarandinos acudían a buscar agua. Tan importante fue este enclave que en el siglo XVIII esta fuente, llamada aquel entonces «la fuente mayor», se estropeó y para su arreglo el Ayuntamiento se endeudó hasta bien entrado el siglo XIX.